Encuentran vestigios de cerámica prehispánica, mayólica y pátera virreinal en el predio de Guatemala 71, en el Centro Histórico de la CDMX.
Se trata de 25 mil fragmentos de cerámica, una guitarra del siglo XVII, numerosos bacines, postes prehispánicos y empalizadas que intentaron contener las inundaciones de 1629.
“Se rescataron más de 25 mil fragmentos de cerámica, cerca de 200 piezas completas, entre las que destacan piezas coloniales de vidrio soplado y grandes cantidades de suelas y tacones de origen colonial”.
Los trabajos de recuperación fueron al interior de un inmueble del Instituto de Vivienda de la Ciudad de México, el cual resultó dañado durante los sismos de 2017 y actualmente está en proceso de rehabilitación y reforzamiento.
El edificio pudo pertenecer a la nobleza mexica y, posteriormente, fue habitado por quienes edificaron el exconvento de Santa Inés, según indicó el arqueólogo Alberto Freddy Méndez Torres, encargado del rescate junto con los arqueólogos Mónica Quiñones Mejía, Citlali Oltehua Garatachea y Felipe Muñoz.
En la actualidad el inmueble funcionó como vecindad y bodega. “Desde 1960, fue ocupado como vivienda y también para la venta de telas. Sin embargo, con el sismo de 2017 fue abandonado y transformado en bodega, por lo cual el Invi mejorará la estructura para que la gente regrese a vivir y que algunos espacios queden como bodegas”.
“Lo que ocurrió es que los techos tenían tejas y, ante la falta de mantenimiento, se cayeron y dañaron las vigas de madera de los entrepisos, por lo cual el Invi realizará el mejoramiento del inmueble, aunque no es posible hacer muchas modificaciones por la misma situación de la zona afectada de la misma vecindad”.
También encontraron material prehispánico como (cerámica) azteca III, azteca IV y fragmentos del grupo rojo de Texcoco.
“Así es. También encontramos restos de material prehispánico, entre lo que destaca (cerámica) azteca III, azteca IV y fragmentos del grupo rojo de Texcoco.
“Además, en la excavación que hizo la arqueóloga Mónica Quiñones, en la parte norte del espacio, encontró un sistema de pilotes que tendría un origen prehispánico”, abunda.
Además, detectaron las famosas páteras o lebrillos también conocidos como cajete de silueta compuesta, que se distinguen por contener diversos sellos, como el del imperio de los Habsburgo, cuya familia reinaba durante la llegada de los españoles a Tenochtitlan.
La ubicación de las empalizadas elaboradas con ahuejotes, que eran árboles endémicos de esta zona del valle de México es otro de los hallazgos.
“Según los datos históricos, esas empalizadas tenían la función de retener el agua para que no entrara a las casas, pero durante la inundación de 1629, el nivel del agua alcanzó los dos metros de altura y dejó un rastro importante”, añade.
“Tuvimos la oportunidad de que la restauradora Charlene Alcántara, experta en instrumentos musicales, del ENCRyM, nos visitara y nos dijera que se trata de un cordófono de ocho cuerdas”, explica Méndez Torres.
Lo peculiar es que la afinación de este instrumento se realizaba por pares, es decir se aplicaba la misma para cada dos cuerdas.
“El hallazgo es muy importante”, advierte el arqueólogo, no sólo porque el material con que fue elaborado es madera que, normalmente, tiende a desaparecer.
“Además, lo que nos comentó la restauradora fue que el único instrumento (similar) excavado, de origen arqueológico, se ubicó en Portugal, en un pecio.
“La restauradora nos planteó que cuando termine el estudio se propondrá hacer una restauración o una copia idéntica del instrumento para ver qué tipo de afinación tenía y cómo se manejaba o se tocaba en aquellos tiempos; y aún tenemos pendiente el saber en dónde será depositado”, concluye.
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